miércoles, 14 de agosto de 2013

Falsas sensaciones de mejoría

Día 30 de Mayo del 2012, la noche pintó bien, pude dormir y me levanté sin problemas a las 7:00 de la mañana. Me desperecé un poco en la cama y me levanté despacio y con cuidado notando que esta vez mi corazón no se aceleraba como los días pasados. Me alegré, lo primero que pensé "Solo fue un susto si esto sigue así en pocos días podré volver a mi rutina". Abrí mi armario y comencé a coger ropa limpia para irme a la ducha. A continuación, después de estar aseado y vestido fui a la cocina a desayunar un tazón de colacao acompañado con la medicación que me mandaron el día anterior, me trague la pastillita rosa y me senté un rato en el sillón hasta que fuera la hora para irme. Realmente en ese momento no pensé en nada, estaba totalmente empanado mirando la televisión, pero a la vez sin prestarla atención.

Pasados unos minutos empecé a notar como si me quedara sin fuerzas, no era una sensación agradable, pero lo prefería a lo que pase los días anteriores. Puesto que notaba que si seguía así me iba a quedar de nuevo dormido, me levanté, me coloqué la mochila a la espalda y salí de casa a recoger a un amigo de clase con el que iba todas las mañanas al instituto. Mientras caminaba por la calle, auto-analizaba las sensaciones de mi cuerpo... sobretodo mi corazón, poniéndome la mano en el pecho o utilizando el dedo índice y corazón de la mano para mirarme las pulsaciones en el cuello. Esto que ahora puede parecer una tontería, se convirtió en un mal hábito.

Llegué a casa de mi amigo y juntos fuimos para clase. Por ahora todo iba bien, aunque como siempre llegábamos justos de tiempo, como él decía "No llegamos tarde, llegamos elegantemente tarde". De todas formas se acercaban los exámenes finales y, por lo tanto, en la mayoría de las clases dábamos repaso más que cosas nuevas, por lo que no me comí mucho la cabeza por ello, además, primero fue un cachondeo todo el año menos en algunos puntos clave. Entramos al edificio, subimos hasta el segundo piso y nos sentamos en nuestros respectivos sitios. Sinceramente a día de hoy no recuerdo con detalles que dimo ese día en clase ni lo que hicimos, solo recuerdo que la mañana dentro de lo que cabe fue tranquila.

El problema vino a mediodía, cuando llegué a casa y terminé de comer. Sabía perfectamente que en digestiones pesadas el corazón bombea más sangre para completar la digestión, pero ese día comí relativamente poco y estaba alterado, lo que me empezó a hacer que me controlase todo el rato las pulsaciones. Encendí mi ordenador y me puse un rato por Messenger a hablar con algún amigo. A los pocos minutos tuve que irme un rato a la cama estaba acelerado y no me encontraba bien. Pensamientos negativos inundaron mi cabeza y me hicieron sentirme insignificante, hasta sin fuerzas para sacarme el curso. Solo le echaba las culpas a aquella bebida energética, aunque realmente fueron mías por tomarla sabiendo lo que contienen. Es irónico que días atrás una amiga mía que estudia medicina me dijera que por tomar eso para estudiar viviría menos, ahora ese comentario me lo tomo a risa, pero en ese momento me hizo hundirme aun más.

Atacado hablé con mi madre para ir a una tienda cerca de mi casa donde venden todo tipo de infusiones para ir a comprar alguna para mí. Mientras tanto me preparó una infusión de Rooibos que tenía en la despensa casi gastada, pero con suficiente cantidad para dos o tres infusiones más. En ese momento a mi las infusiones no es que me hiciera mucha gracia... no me gustaba el sabor y hasta me revolvían el estómago, pero esta en concreto, fue distinta. Me tranquilizo algo, no puedo decir que fue como cuando te meten un tranquilizante en el hospital, pero si te ayudan a relajarte un poco.

Estando más calmado intenté estudiar algo en casa, ojearme los apuntes por encima, pero sin estudiar al cien por cien porque me ponía malo, es más tampoco podía escuchar música de nuevo porque me alteraba, cosa que me fastidió bastante porque sin la música no puedo vivir. Después de un rato comencé a sentirme otra vez mal, y más sabiendo que el médico que me atendió me dijo que solo me tomara dos pastillas, una ayer y otra el día de hoy. Me veía otra vez fastidiado en la cama como el anterior día y no quería eso, así que ante la duda, me metí en Internet y pedí cita al médico para la mañana siguiente.

Ya estaba hecho, tenía la cita para el médico y ahora solo me faltaba ir con mi madre a comprar las infusiones, me esperé unos minutos más a estar algo más tranquilo y salí con ella de casa. El camino fue normal, no tuve ninguna sensación extraña ni nada por el estilo. Llegué a casa y me senté un rato más delante de mi ordenador a intentar estudiar algo más mientras a la par tenía el Messenger conectado. Dos horas más tarde llegó la hora de la cena, no tenía hambre la verdad, por alguna extraña razón que desconocía en ese momento estaba desanimado, no me apetecía hacer nada, todas esas fuerzas para conseguir todo lo que me proponía antes habían  desaparecido por arte de magia, mi obsesión por los estudios y mi autoexigencia en ese momento me estaban jugando una mala pasada... una pasada bastante mala. Cene lo que me entró al estomago, entré en mi habitación y cerré la puerta tirándome en la cama boca abajo, sin pensar nada, solo mirando la pared que tenía delante, como si esperara que pasara algo. Tampoco tenía sueño, pero deseaba que llegara mañana para que el médico me encontrara alguna solución, algo que hiciera que me sintiera mejor para poder con todo esto. Me di la vuelta en la cama y miré el techo poniendo mi mano sobre el pecho, sintiendo los latidos del corazón y me paré a pensar... "Quizás todos aquellos excesos que hice en el pasado me están pasando factura ahora... quizás si me hubiera ido a dormir en vez de ir a la biblioteca y beberme una bebida energética, ahora no estaría así..."

Afligirme por ello era lo único que hacía, cada vez me sentía más desanimado, me veía sin fuerzas para afrontar esto nuevo que me había pasado cuando solo habían pasado unos días desde que empezó. ¿A quién podría pedir ayudar? No quería molestar más a mis padres... mi madre estaba dolida por la muerte de su hermano, y mi padre, bueno, con él no intentaba contar, nuestra relación ha sido siempre muy tensa y no era capaz de entenderme ahora estando así. Mientras pasaban los minutos unas ganas irrefrenables de llorar me asaltaron, intenté aguantarme como pude, pero a mi cabeza solo venían pensamientos negativos todo el rato, ni los "Venga tú puedes, mañana será otro día", conseguían que me animara y después de un rato exploté. Empecé a llorar en silencio abrazado a la almohada a oscuras en mi habitación, hasta que conseguí dormirme... aunque no fue una noche en la que descansara mucho.

Falsas sensaciones de mejoría - CC by-nc-nd 4.0 - Adrián Martínez Prádanos

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